De soluciones falsas a soluciones reales para el Cambio Climático, artigo de Patrick Bond
[EcoPortal.net] El Wall Street Journal confirmó en marzo de 2007 que el comercio de emisiones “dejará ganancias a algunas empresas muy grandes, pero no crean ni por un minuto que esta charada será de alguna utilidad para resolver el calentamiento global”. El documento se refiere al comercio de carbono como una “búsqueda de ganancias al viejo estilo…ganar dinero haciendo trampa al proceso de regulación”.
En medio de su bienvenida crítica a la manía de los biocombustibles, publicado en ZNEt, Vandana Shiva incluye el siguiente punto: “El protocolo de Kioto evitó por completo el desafío material de detener las actividades que conducen a un aumento de las emisiones, y el desafío político de regular a los contaminadores y hacer que éstos paguen, de acuerdo con los principios adoptados en la Cumbre de la Tierra en Río. Por el contrario, Kioto optó por poner en marcha el mecanismo del comercio de emisiones, que en realidad recompensa a los contaminadores, asignándoles derechos a la atmósfera y a comerciar estos derechos a contaminar”.
Por cierto, en 1997 en Kioto, Al Gore logró engañar a los negociadores, llevándolos a adoptar el comercio de carbono como la estrategia central del clima, a cambio del apoyo de Washington –que nunca se materializó.
De igual manera, en diciembre de 2007, la Conferencia de las Partes en Bali permitió que el debate de “todos contra Estados Unidos” ocultara problemas mucho más perdurables. Incluso muchos ambientalistas y ciudadanos bien intencionados piensan que construir a partir de los postulados de Kioto es la estrategia correcta para las negociaciones pos-Bali.
Entre éstos está la red de ONG conocida como Climate Action Network y los grupos ambientalistas financiados por las empresas, como la UICN, el Sierra Club, la World Wildlife Federation y el Environmental Defense Fund. Los senadores estadounidenses Sanders, Kerry, Liebeman, McCain, Leahy, Feinstein, Bingaman, Snow, Specter, Alexander y Carper propusieron leyes en 2007 para concretar el comercio de emisiones.
“Resolver un problema de mercado (la contaminación) con una solución de mercado” sigue siendo un precepto para algunos verdes ‘light’, a pesar de un año plagado de informes escandalosos, tanto de investigadores como de la prensa.
Hace un año, Peter Aherton, del Citigroup confesó en una presentación en Power-Point que el Sistema de Comercio de Emisiones de la Unión Europea (ETS por sus siglas en inglés) “no hizo nada para detener las emisiones” y actuó como un “impuesto fuertemente regresivo, gravando fundamentalmente a los pobres”. Respecto del cumplimiento de las metas de la política, admitió que “los precios subieron, las emisiones subieron, las ganancias subieron… así que no, realmente no. ¿Quién gana y quién pierde? Todas las empresas de generación – ganaron. Las empresas generadoras de energía en base a carbón mineral y energía nuclear- las que ganaron más. Los fondos de inversión de alto riesgo (hedge funds) y los que comercian con la energía – ganaron aún más. Los que perdieron…ejem…¡los consumidores!”.
El Wall Street Journal confirmó en marzo de 2007 que el comercio de emisiones “dejará ganancias a algunas empresas muy grandes, pero no crean ni por un minuto que esta charada será de alguna utilidad para resolver el calentamiento global”. El documento se refiere al comercio de carbono como una “búsqueda de ganancias al viejo estilo…ganar dinero haciendo trampa al proceso de regulación”.
Hablando en el noticiero del Canal Cuatro de la BBC en marzo de 2007, el Comisionado Europeo de Energía daba su veredicto sobre el ETS: “un fracaso”. Yvo de Boer, el flemático jefe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (PICC) de Naciones Unidas, advirtió sobre “la posibilidad de que el mercado también pueda colapsar”. En abril de 2006, el precio del carbono en el mercado europeo cayó a la mitad de la noche a la mañana debido a la mala gestión de las autoridades del ETS.
Pero no solamente en Europa. Según una investigación del comercio de carbono (a través del Mecanismo de Desarrollo Limpio, MDL) en el Tercer Mundo, realizada por la revista Newsweek en marzo de 2007, éste “no está funcionando…[y representa] un camino groseramente ineficiente de reducción de las emisiones en el mundo en desarrollo”. La revista califica a este comercio como un fraudulento ‘juego de las tapitas’ que ha transferido “US$3 mil millones a algunos de los peores contaminadores de carbono en el mundo en desarrollo”.
Después de una exhaustiva serie de artículos sobre los problemas asociados al comercio y las compensaciones de carbono, el Financial Times concluye que no es más que una “cortina de humo” de carbono.
En junio, el diario The Guardian tituló su investigación con el mismo tono de burla: “La verdad sobre Kioto –ganancias enormes, y un poquito de carbono ahorrado… Abuso e incompetencia en la lucha contra el calentamiento global… La verdad inconveniente sobre la industria de las compensaciones de carbono”.
Entre tanto, el profesionalismo y la sensatez de los grandes grupos verdes –o simplemente su amiguismo (ya que personal clave de la CAN trabaja ahora en la industria)—los ha vuelto absolutamente inútiles como observadores vigilantes del comercio de carbono.
Entonces, ¿a quién recurrir?
La Conferencia de Bali registró la creación de un movimiento alternativo en construcción por fuera de aquellos: la red por ‘Justicia Climática Ya’ compuesta por Carbon Trade Watch (un proyecto del Transnational Institute); el Center for Environmental Concerns; Focus on the Global South; la Freedom from Debt Coalition, de Filipinas; Amigos de la Tierra Internacional; Women for Climate Justice (Mujeres por la Justicia Climática); la Coalición Mundial de Bosques (Global Forest Coalition); el Global Justice Ecology Project; el International Forum on Globalization (Foro Internacional sobre la Globalización); la Kalikasan-Peoples Network for the Environment; Vía Campesina; el Grupo de Durban por la Justicia Climática (Durban Group for Climate Justice); Oilwatch; la Alianza Ambiental de los Pueblos Indígenas del Pacífico (Pacific Indigenous Peoples Environment Coalition); Sustainable Energy and Economy Network (del Institute for Policy Studies); la Red Ambiental Indígena (Indigenous Environmental Network); la Red del Tercer Mundo; el Foro sobre Justicia Climática de las Organizaciónes de la Sociedad Civil de Indonesia; y el Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales.
Esta alianza criticó el comercio de carbono e hizo un llamamiento a buscar soluciones genuinas; “reducción del consumo; transferencias financieras masivas del Norte al Sur basadas en la responsabilidad histórica y la deuda ecológica, destinadas a la adaptación y costos de mitigación solventados mediante un reorientación del presupuesto militar, la aplicación de impuestos innovadores y la cancelación de la deuda; dejar los combustibles fósiles en el subsuelo e invertir en fuentes de energía eficientes, seguras y limpias, y en energía renovables gestionadas por la comunidad; conservación de recursos con arreglo a los derechos, de forma de hacer valer los derechos a la tierra de los pueblos indígenas y la soberanía de los pueblos sobre la energía, los bosques, la tierra y el agua; y a través de la agricultura familiar sustentable y la soberanía alimentaria de los pueblos”.
En octubre de 2004 se fundó el Grupo de Durban (Durban Group) con el objetivo de abordar los problemas del comercio de carbono, advirtiendo sobre todos los peligros mencionados, en particular, la puntualización de Shiva de que la transferencia del derecho a contaminar constituye un regalo de billones de dólares para quienes son responsables del grueso de los problemas del clima.
Pero los personajes del establishment seguirán confundiendo las cosas. En la reunión de Bali, uno de los líderes claves del Tercer Mundo fue el ministro de Medio Ambiente de Sudáfrica Marthinus van Schallwyk –sucesor de FW de Klerk como líder del Partido Nacional, después de haber servido en la policía del appartheid como espía de sus compañeros estudiantes (posteriormente fundió al Partido Nacional en el Congreso Nacional Africano, el partido gobernante, y fue recompensado con un ministerio de poca monta). Su estrategia para atraer a Estados Unidos al redil implicó pagar el precio de eliminar de la declaración oficial cualquier meta de emisiones y mecanismo de rendición de cuentas y reforzar el comercio de carbono.
El liderazgo de Van Schalkwyk es un ejercicio de travestismo, ya que no dijo nada sobre los US$20 mil millones que su propio país destina a nuevas inversiones – en parte privatizadas a través de AES, una multinacional estadounidense—en generación eléctrica barata alimentada a carbón, para beneficio de las grandes empresas; él apoya la expansión de la energía atómica. Sudáfrica ya tiene una producción de emisiones por persona por unidad de PBI veinte veces mayor que la de Estados Unidos, y la política oficial de comercio de carbono de Schalkwyk argumenta que se trata básicamente de una “oportunidad comercial”.
Esto es así solamente si no existe resistencia; en Durban, Sajida Khan luchó contra el comercio de carbono antes de morir de cáncer, enfermedad que le causó un relleno sanitario vecino a su casa durante la era del apartheid – la experiencia piloto para la extracción de metano, financiada por el Mecanismo de Desarrollo Limpio en Sudáfrica.
En contraposición al comercio de carbono, lo que está reverberando en el seno de los movimientos de base, entre los mineros y en las luchas de resistencia en muchas partes del mundo, es una estrategia y una demanda muy diferente de los activistas de la sociedad civil: ¡dejen el petróleo en el subsuelo, y los recursos en la tierra!
Este llamado lo hizo por primera vez el grupo OilWatch (cuya sede se encontraba entonces en Quito, Ecuador) en 1997, como estrategia para el clima en Kioto. Las/os heroicas/os activistas de Acción Ecológica participaron en la lucha para detener la explotación petrolera en parte del Parque Nacional Yasuni. Esto llevó al Presidente Rafael Correa a declarar a mediados de 2007 que el Norte debía pagarle a Ecuador cerca de US$5 mil millones como indemnización por su compromiso a renunciar de manera permanente a la explotación del Yasuni (aunque existe preocupación entre los pueblos indígenas sobre la extracción de petróleo en zonas aledañas, especialmente de manos de la voraz empresa brasileña Petrobras).
Hace un año, en el Foro Social Mundial en Nairobi, fueron muchos grupos más los que entendieron la importancia de este movimiento, gracias a la elocuencia de los activistas del Delta del Níger, como los de la ONG de Port Harcourt Environmental Rights Action (ERA)-Amigos de la Tierra Nigeria. Por ejemplo, mujeres activistas de la comunidad cortaron sistemáticamente la producción en los campos petrolíferos con sentadas en las que se desvistieron, mostrando así su total falta de respeto por las multinacionales del petróleo.
En mi propio vecindario, que incluye dos de las refinerías más grandes del África, la South Durban Community and Environmental Alliance se ha movilizado contra los crímenes ambientales de las empresas y el municipio, entre los que se cuentan tres grandes explosiones e incendios desde septiembre y la matanza generalizada de peces en Navidad, provocada por un vertido tóxico en el puerto de Durban, el más movido del África.
Pero el legado de la resistencia contra los abusos asociados a los combustibles fósiles se remonta mucho más atrás en el tiempo, e incluye a los ambientalistas de Alaska y California que lograron detener las perforaciones e incluso la exploración. En Noruega, el grupo por la justicia mundial ATTAC se preocupó por estos mismos problemas en una conferencia celebrada el pasado mes de octubre, y comenzó a realizar un arduo trabajo para persuadir a los administradores del poderoso Fondo Petrolero Noruego para que destinen los vastos ingresos obtenidos de la explotación de su patrimonio del Mar del Norte para pagarle a los ecuatorianos parte de la deuda ecológica que se les debe.
El analista del clima más elocuente en el Norte quizás sea George Monbiot, y resultó revelador que en vez de ir a Bali, se haya quedado en su casa en Gran Bretaña provocando algún revuelo con su columna en The Guardian:
“Señoras y señores, ¡tengo la respuesta! ¡Por increíble que parezca, me he topado por casualidad con la única tecnología que nos salvará del cambio climático desenfrenado! Desde el fondo de mi bondadoso corazón la ofrezco gratuitamente. Sin patente, sin letra chica, sin cláusulas escondidas. Esta tecnología –una nueva forma radical de capturar y almacenar carbono—ya está causando revuelo entre los científicos. Es barata, es eficiente, y se puede aplicar de inmediato. Se llama…dejar los combustibles fósiles en el subsuelo.”
“En un día aciago de la semana pasada, mientras los gobiernos se reunían en Bali para prevaricar sobre el cambio climático, un grupo de nosotros intentó poner está política en práctica. Nos introdujimos en una mina de carbón a cielo abierto que estaba siendo excavada en Ffos-y-fran en el Sur de Gales y ocupamos las excavadoras, clausurando los trabajos por ese día. Nos motivaba un hecho que se les ha pasado por alto a las sabias cabezas en Bali: si se los extrae, los combustibles fósiles serán utilizados”.
Canadá es otro de los sitios del Norte donde los activistas trabajan para dejar el petróleo en el subsuelo. En una conferencia de Edmonton el pasado mes de noviembre, el Instituto Parkland de la Universidad de Alberta y sus aliados argumentaron a favor de no continuar con emprendimientos en zonas de depósitos de arena bituminosa (donde es necesario quemar un litro de combustible por cada tres que se extraen, y que provocan la devastación del agua, la pesca y la calidad del aire a nivel local).
El director del Instituto, Gordon Laxer, expuso argumentos sólidos para establecer límites excepcionalmente estrictos al uso del agua y a las emisiones de gases de efecto invernadero en la extracción en arenas bituminosas; planes de recuperación de tierras y depósitos financieros realistas; que no se subsidie más la producción de energía sucia; disposiciones para la seguridad energética de los canadienses (ya que gran parte de la extracción en arenas bituminosas se exporta a Estados Unidos); y el cobro de tasas mucho mayores a la energía sucia para financiar la industria de la energía limpia (Alberta tiene actualmente una tasa de concesión muy baja).
He mencionado con entusiasmo este reclamo en muchos lugares en los últimos dos años, comentando los méritos morales, políticos, económicos y ecológicos de dejar el petróleo en el subsuelo. Lamentablemente, además de confesar mi más profundo pesar por el excesivo combustible que emplearon los aviones que me llevaron en esta cruzada, debo informar que el único sitio donde el mensaje cayó como un balde de agua fría fue entre los queridos compañeros de la petro-socialista Venezuela.
No importa, son muchísimos los ejemplos en los que las comunidades y los ambientalistas armados de valor, han logrado con sus campañas mantener los recursos no renovables (no solamente los combustibles fósiles) en el subsuelo y la tierra, para el beneficio del medioambiente y la estabilidad de la comunidad, desincentivando la corrupción política y favoreciendo la salud y la seguridad de los trabajadores.
Los casos de mayor interés aquí en Sudáfrica actualmente, son el de los grandes campos de platino de la Provincia de Limpopo y el del titanio y otros minerales de las dunas de la Costa Salvaje (donde, irónicamente, se filmó la película Blood Diamond (Diamantes de Sangre)). Las comunidades curtidas en la lucha oponen resistencia contra las empresas multinacionales, pero necesitan la presencia de una solidaridad vigorosa, ya que la extracción de estos recursos es sumamente costosa en términos del uso de la tierra local, el desplazamiento de campesinos, la extracción de agua, el consumo de energía, y la corrupción política, y demanda constante vigilancia y solidaridad comunitaria.
La sensibilización que están generando los activistas locales con estas campañas nos hace a todos más conscientes de lo negativas que son las estrategias espurias como el comercio de carbono, en contraste con un proyecto genuino para cambiar al mundo. www.ecoportal.net
* Patrick Bond dirige el Centro para la Sociedad Civil (Centre for Civil Society) en la Universidad de KwaZulu-Natal en Durban, Sudáfrica (www.ukzn.ac.za/ccs), para ponerse en contacto, escribir a bondp@ukzn.ac.za.
Este artículo fue publicado por primera vez en MRZine, un boletín mensual electrónico, en http://www.monthlyreview.org/mrzine/bond060108.html Fuente: Enfoque Sobre Comercio , publicado por Focus on the Global South, que proporciona noticias y análisis sobre las tendencias regionales y mundiales de la economía y el comercio, la economía política de la globalización y las luchas populares de resistencia y alternativas al capitalismo mundial. Focus on the Global South es un programa autónomo de investigación y acción sobre políticas, asociado al Instituto de Investigación Social (CUSRI) de la Universidad de Chulalongkorn, con sede en Bangkok, Tailandia.- Traducción: Alicia Porrini y Alberto Villarreal para REDES-Amigos de la Tierra Uruguay (www.redes.org.uy)
In EcoPortal.net, 29/06/2008 http://ecoportal.net/content/view/full/79564